viernes, 19 de septiembre de 2008

La queja

Con los años, he visto gente que se queja bien y gente que se queja mal. De nada sirve gritarle a alguien en la cara si quiero obtener un resultado favorable. Si el tono es amable pero firme, la persona que está del otro lado del mostrador estará mucho más propensa a abrir los oídos que si le gritamos. Y tal vez hasta quiera ayudarnos.

La famosa “crítica constructiva” es aquella que busca mejorar una situación y construir otra realidad, no destruir todo. Pero muchas veces la crítica constructiva es destructiva.

Es un estereotipo, lo sé, pero los argentinos hemos hecho de la queja un deporte. Claro, ¡razones para quejarnos nos sobran! Pero cuando uno se vive quejando es un vano intento por exorcisar los males que nos aquejan, es querer expulsar el enojo por algún poro, vengar los dolores de la vida que se acumulan día a día, sin hacer algo que realmente remedie los demonios de los que nos quejamos.

Hace poco leí que vivir quejandonos es una manera narcisista de ejercer control, de decir que todo lo que hacen los demás está mal e implicar con ello que YO podría siempre hacer todo mejor que el vecino. Nada hay más fácil que pararse en la vereda de enfrente y criticar – echado en una reposera – lo que hace el otro. Es casi inmoral quejarse de esta forma. Desde la no acción no vale enchincharse. No vale arrojar piedras. No sirve vomitar insultos.
Yo a veces me quejo del trabajo

Get off your butt and do something, just stop whining!

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